Updike, John



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Quirón se acercó al borde de piedra caliza; su casco hizo un ruido estridente. Una piedrecilla cayó ruidosa al abismo. Levantó los ojos hacia la cúpula azul y comprendió que era verdaderamente un gran paso. Sí, seriamente, un gran paso para el que todo el andar de su vida no le había preparado. No era un paso fácil ni un viaje cómodo: costaría toda una eternidad llegar allí, una eternidad como la del yunque siempre cayendo. Se le hundieron los intestinos; le dolió la pierna herida; le pareció que su cabeza no pesaba. La blancura de la piedra caliza atravesó sus ojos. Una ligera brisa lamió su cara al situarse al borde del precipicio. Su voluntad, un diamante perfecto ahora que estaba sometida a la presión del miedo más absoluto, pronunció la palabra definitiva ...

Epílogo
Zeus había amado a su viejo amigo, y le elevó hasta colocarle entre las estrellas como la constelación de Sagitario. Aquí, en el Zodíaco, unas veces por encima y otras por debajo del horizonte, Quirón contribuye a regular nuestros destinos, aunque últimamente hay pocos mortales que miren con respeto al Cielo, y mucho menos aún que se dediquen a estudiar las estrellas.

El Centauro (1963), National Book Award de 1964 en USA, es la tercera de las más de 20 novelas de John Updike (1932), reconocido como uno de los grandes novelistas norteamericanos ("el azote de la clase media"). La novela transcurre en torno a una escuela de Secundaria de una pequeña ciudad de Pensilvania. Quirón, el más sabio de entre los centauros, es aquí George Caldwell, profesor de Ciencias, contrapunto al conocido personaje Harry "Conejo" Angstrom de otras novelas. La agonía y sacrificio del profesor, vencido por la vida y el trabajo, el desencuentro generacional con sus alumnos y su hijo, Peter (Prometeo), a quien intenta transmitir su sabiduría y rescatar de la mediocridad. Autorretrato del propio autor y su iniciación existencial adolescente; su padre fue también profesor en Pensilvania.

Dar la vida para expiar el antiguo pecado. Fue así como Quirón, el más noble de todos los Centauros (mitad caballo mitad hombre), erraba por el mundo sufriendo el agudo dolor que le causaba una herida recibida accidentalmente.
Quirón, pese a no ser culpable de nada de lo ocurrido, fue alcanzado por una flecha envenenada. Sempiternamente atormentado por el dolor, del que jamás podría curarse, el inmortal Centauro deseó la muerte y rogó que ésta le fuera concedida como expiación del pecado de Prometeo. Los dioses escucharon su plegaria, le aliviaron el dolor y le quitaron su inmortalidad. Murió como un hombre cualquiera, y Zeus le colocó como brillante arquero entre las estrellas.
Josephine Preston Peabody, 1897, Old Greek Folk Stories Told Anew.

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Caldwell se dio la vuelta y al volverse recibió en el tobillo el impacto de una flecha. La clase estalló en una carcajada...