Irigoyen, Ramón

PARA TI

Si al leer estos versos
alguna vez -o muchas-
sientes vergüenza ajena
puedes cerrar el libro
y maldecir su compra.

Pero no olvides que
para mí fue peor 
porque me vi obligado
a exhibir en la plaza
mis llagas más secretas
mis miserias más íntimas
por intentar librarme
de mi memoria sucia.
¿Sientes vergüenza ajena?
Pues yo la siento propia.

Pero como en mi vida
hubo también placer
-y placer de alimaña-
risas innumerables
cartas como charangas
y buena compañía
quizá algunas palabras
te comuniquen algo
de las maravillosas
delicias de la vida
y el que yo haya vivido
te anime a ti a vivir
este dulce misterio
de la luz que agoniza.

Hierro, José

COPLILLA DESPUÉS DEL 5ª BOURBON

Pensaba que sólo habría
sombra, silencio, vacío.
Y murió. Estaba en lo cierto.
El mismo Dios se lo dijo.

Kafka, Frank


Allí vivió sus últimos días, por excepción felices, aquel hombre de clarividencia dolorosa, según mi profesor el más grande (a mucha distancia del segundo) escritor contemporáneo. Los pasó con la mujer a la que amaba, 20 años más joven que él, sumido en una pobreza tan extrema que su compañera, Dora Dymant, le cocinaba en una lata de conservas que calentaba sobre un infiernillo. Eran los tiempos de la hiperinflación...
Pero allí, en la Grünewaldstrasse, Kafka saboreó la dulzura de la vida, lejos al fin de su odiada Praga, exento del rutinario trabajo como jurista en el que había desperdiciado (o así lo sentía él) las energías de su juventud, entregado nada más que a la escritura, el paseo y la lectura...
Allí, en fin, tenía el encargo de mi profesor de leer estos versos, los únicos que según él se conservan de Kafka, pese al título que le otorga la lápida austriaca, y que recité como mejor supe:
 Vamos y venimos,
nos separamos
y, a menudo, no volvemos a vernos.

Así es Kafka, según mi profesor: sencillo, insondable y siempre oportuno.

"Niños feroces" (2011), Lorenzo Silva.

Cuando una mañana se despertó, Gregorio Samsa, depués de un sueño agitado, se encontró en su cama transformado en un espantoso insecto.
Comienzo de "La metamorfosis" (1915).

García Lorca, Federico

PEQUEÑO VALS VIENÉS

En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
Hay un fragmento de la mañana
en el museo de la escarcha.
Hay un salón con mil ventanas.
         ¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals con la boca cerrada.

     Este vals, este vals, este vals,

de sí, de muerte y de coñac
que moja su cola en el mar.

     Te quiero, te quiero, te quiero,

con la butaca y el libro muerto,
por el melancólico pasillo,
en el oscuro desván del lirio,
en nuestra cama de la luna
y en la danza que sueña la tortuga.
         ¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals de quebrada cintura.

     En Viena hay cuatro espejos

donde juegan tu boca y los ecos.
Hay una muerte para piano
que pinta de azul a los muchachos.
Hay mendigos por los tejados.
Hay frescas guirnaldas de llanto.
          ¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals que se muere en mis brazos.

     Porque te quiero, te quiero, amor mío,

en el desván donde juegan los niños,
soñando viejas luces de Hungría
por los rumores de la tarde tibia,
viendo ovejas y lirios de nieve
por el silencio oscuro de tu frente.
           ¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals del "Te quiero siempre".

     En Viena bailaré contigo

con un disfraz que tenga
cabeza de río.
¡Mira qué orillas tengo de jacintos!
Dejaré mi boca entre tus piernas,
mi alma en fotografías y azucenas,
y en las ondas oscuras de tu andar
quiero, amor mío, amor mío, dejar,
violín y sepulcro, las cintas del vals.

   


Fueyo, Pelayo

EL CAZADOR DE NAÚFRAGOS

Ya sé que las secuencias de mi vida
valen más que una imagen regalada.
Pero, ahora, apostado en la ventana,
soy alguien que se exhibe ante el paisaje
mientras va persistiendo en un recuerdo.
Tal vez espero el paso de algún naúfrago
por la calle en que enfoco mi pasado,
y coma de mi cebo: que se invente
para mí otro recuerdo, o me recuerde,
no por una secuencia, sí esta imagen,
y así tendré otra vida, otro pasado,
o, al menos, seré objeto en su memoria.
De este modo, mañana, en la ventana,
se exhibirá la forma de otra vida,
el dueño de un recuerdo que no es mío,
o una estatua rellena de una pose;
o, acaso, ese sujeto que recuerda
la imagen de quien ronda su pasado,
para no recordar otras secuencias.

Elguero, Ignacio

TANGIBLE

Todo es cadencia, gota,
fuera de esta mecánica
hay ilusión tan sólo.
La fuga es una excusa
y el mundo una secuencia inabarcable:
condenada razón,
razón como condena.
Hay un principio en todo
unido al hermetismo de las leyes,
como si no quedara
espacio para sueños.
Y así es como te miro, noche abierta,
entre sueños y leyes,
y el lugar de los astros
en permanente espera
da margen al concepto de la nada.

Levy, Marc

Acabo de leer "Las cosas que no nos dijimos" (2008), de Marc Levy  (1961), que según dicen es el autor francés que más libros vende en la actualidad. Se dio a conocer en todo el mundo en el año 2000 con el best-seller "Ojalá fuera cierto", traducida a más de 38 idiomas y convertida en película.

En Las cosas que no nos dijimos, Levy crea con prosa fácil y ligera (abundancia de diálogos no siempre bien construidos), una ficción romántica y viajera (Nueva York, Montreal, París, Berlín), poco creíble tal vez, pero emotiva y divertida. Literatura de consumo rápido que toca los sentimientos más básicos con el tema del amor verdadero, el antiguo amor que resultó imposible en el pasado y es reencontrado en el presente, recuperando así la felicidad perdida, y las difíciles relaciones paterno filiales entre padre e hija:

¿Te imaginas hasta qué punto hay que amar para aprender a no vivir más que por vosotros, sabiendo que lo olvidaréis todo de vuestros primeros años, que en los años venideros sufriréis por lo que no hayamos hecho bien, que llegará un día, irremediablemente, en que os separaréis de nosotros, orgullosos de vuestra libertad?

Uno puede echarle la culpa de todo a su infancia, culpar indefinidamente a sus padres de todos los males que padece, de las pruebas a las que lo somete la vida, de sus debilidades, de sus cobardías, pero a fin de cuentas es responsable de su propia existencia; uno se convierte en quien decide ser.

No hay platos rotos que reparar. Sólo hay cosas que vivir, y nunca ocurre como uno había previsto. Pero lo que puedo decirte es que la vida pasa a una velocidad de vértigo.

Cuando leas esta carta, se me habrán acabado las fuerzas; espero que no me guardes rencor, he preferido evitarte una despedida inútil. Ya es bastante enterrar a un padre una vez.
Todavía te recuerdo de niña, cuando corrías a abrazarme... Es tonto decirlo, pero es la cosa más bonita que me ha pasado en la vida. Nada me habrá hecho más feliz que tu risa, que esos cariños de niña que me hacías cuando volvía a casa por la noche. Sé que algún día, cuando te hayas liberado de la pena, volverán a ti los recuerdos. Sé también que nunca olvidarás los sueños que me contabas cuando venía a sentarme al pie de tu cama. Incluso en mis ausencias no estaba tan lejos de ti como creías; aunque sea torpe, aunque no se me dé bien, te quiero. Sólo me queda una cosa que pedirte: prométeme que serás feliz.


(Con lo fácil que parece escribir un libro de consumo rápido y masivo (best-seller), cómo no he escrito uno ya.)