Xingjian, Gao



Te has subido a un autobús de línea. Y, desde la mañana, el viejo bus de ciudad reconvertido ha traqueteado durante doce horas seguidas por las carreteras de montaña, mal conservadas, llenas de resaltes y de baches, antes de llegar a este pueblecito del sur.
Así comienza La Montaña del Alma, escrita en los años 80 por Gao Xingjian, escritor chino residente en Francia desde hace algo más de dos décadas, Premio Nobel del año 2000. Nos cuenta el viaje de un escritor desde Pekín a la China profunda en los tiempos de la Revolución.
Ni tú mismo sabes a ciencia cierta por qué has venido aquí. Ha sido por pura casualidad que en el tren has oído hablar a alguien de un lugar llamado Lingshan, la Montaña del Alma. Aquel hombre estaba sentado enfrente de ti, con tu taza de té puesta al lado de la suya...
Se cuentan mutuamente sus historias, uno es etnólogo, el otro escritor.¿O son el mismo? Ha sobrevivido a un diagnóstico de cáncer terminal. Obsesionado con estudiar viejas tradiciones, la sabiduría milenaria que va surgiendo en pequeños pueblos perdidos de camino a la mítica montaña, la “Montaña del Alma”, que en chino se dice “Lingshan”, homófona de “lingian”, que significa precisión.
¿Conduce la sinceridad a la precisión? ¿Y la precisión conduce a la Roca del alma? ... ¿No es esta Roca del alma más que un fragmento de dura roca?
Viaje descriptivo, poético, etnográfico, que progresa entre mitos y leyendas que se van mezclando con la propia vida del que narra, monologa, con frecuencia en 2ª persona.
Tú sabes que no hago nada más que hablarme a mí mismo para distraer mi soledad ...
... En este largo monólogo, ‘tú’ es el objeto de mi relato, en realidad es un yo que me escucha atentamente, ‘tú’ no es más que mi propia sombra ...
Tú estás en tu propio viaje espiritual, andas errante por el mundo entero conmigo siguiendo tus pensamientos, y cuando más lejos vas, más te acercas, hasta que, inevitablemente, se vuelve imposible disociarnos; entonces tienes que retroceder un paso y esta distancia que se crea es ‘él’, y ‘él’ es una silueta cuando me abandonas y te alejas.
Viaje de búsqueda e iluminación, búsqueda de la identidad personal y colectiva, de la esencia y el sentido de lo que vemos y sentimos, cuando no queda ya mucho.
Es inútil que vengas tú de lejos en busca aquí de unas raíces.
Hoy no sabes qué impulso te animará mañana, a ti que te tienes bien aprendido todo lo que es menester aprender, ¿qué vas a seguir buscando? ¿queda algo por buscar?
El hombre salvaje, el oso panda, la belleza de esa mujer que has observado, las voces del pasado, las de los que hablan por hablar, las de los que callan. Todo va quedando lejos camino de esa montaña inaccesible, ya más cercana cuando no tiene sentido llegar.
Pronto has penetrado en un barranco oscuro, donde no veías ya ni el mar ni el camino ...