Quignard, Pascal

Reconocido como el mejor escritor francés vivo, Pascal Quignard (1948) ha recibido prácticamente todos los premios de la literatura francesa. Con más de 50 obras, sólo una docena son realmente novelas. Creador de pequeños tratados, 53 en La Vida Secreta, que el autor no considera novela, al igual que El sexo y el espanto, tratado sobre erotismo romano, fruto de su observación en las ruinas de Pompeya y Herculano.

En La lección de Música, Quignard incluye tres relatos que tienen en común la reflexión sobre la música y la voz humana. El primero de ellos es un episodio extraído de la vida de Marin Marais, origen de la posterior Todas las mañanas del mundo.


Marin Marais, con altivez, sostiene en la mano izquierda el mástil de la viola que muestra delante de él. Voy a tratar de la muda de la voz humana, del momento en el que el timbre de la voz que articulan los hombres muy jóvenes experimenta un cambio, a la vez que su sexo se acrecienta y cae y les aparece el vello. Este ensombrecimiento de su voz es lo que los define y lo que les hace pasar del estadio de muchacho al de hombre. Los hombres son los ensombrecidos, esos seres de voz oscura que, hasta la muerte, vagan errantes en busca de una vocecita aguda de niño que abandonó su garganta. Tengo presente el recuerdo de un episodio de la vida de un músico de finales del siglo XVII, justo en la edad en que se separaba de su infancia...

Ha perdido su voz, ha seguido la calle del Arbre Sec y bordeado la orilla del Sena. Lo ha abandonado la infancia, el verano ha terminado, se ha apresurado en llegar a casa de Saint Colombe. Durante tres siglos no se supo nada de la obra de Saint Colombe. No se había conservado nada; Paul Hooreman encontró en 1966 cinco conciertos para dos violas de una belleza muy difícil y dolorosa...

¿Dónde está mi infancia? ¿Dónde está mi voz? ¿Dónde estoy yo, o al menos dónde estuve? No me conozco ya ni de oídas. ¿Cómo recobrarme en mi voz? ¿Cómo acordarme siquiera del motivo de mi lamento, yo que ya sólo puedo expresarlo con una voz gruesa que sin cesar lo recrimina y le da miedo y lo aleja?

Ésta es la vocación que Marin Marais se forjó: convertirse en el virtuoso de la voz baja, de la voz mudada hasta el punto de volverla imposible para cualquier otro.

Tocar la viola es estrechar el resonador más antiguo. Extraer el sonido de un gran vientre, una gran bolsa de piel convenida en caja de madera.

...Toda percepción sonora es un reconocimiento y la organización o especialización de ese reconocimiento es la música. Las lenguas nacionales sólo son pequeños fragmentos de música, pequeños distritos de música... El placer que se experimenta en el momento de la audición de una música tonal es regresivo...

Quienes escriben libros y tienen en alguna estima la belleza, atraen hacia sí un fanstasma de voz sin que puedan pronunciarla; intentan llamar a voces hasta en el silencio de su libro a una voz que precede a una voz, lo más a menudo muerta y siempre demasiado significante. Igual que los músicos que llaman a gritos a una voz siempre más viva, es decir, más insignificante, más infantil, más orgánica; una voz que es anterior a la muda y que los ha hecho decidirse por la música instrumental o la composición musical.

La invención del relato: el tiempo humano se resume en eso. La invención de la melodía no es humana y lo precede.

Pero no existe nada más. El sufrimiento humano está ligado a la música porque el sufrimiento humano resuena en el tiempo y en la voz masculina; y ésta resuena en el aire atmosférico que envuelve, de repente, el rostro durante varios meses antes de que el grito se haga lenguaje. Incluso Dios es pasado, nacimiento que vuelve a lo actual, a lo que nace. Lamento y música. El lamento es una muda del grito.

Todo aleja del silencio divino. La música está hecha para tentar lo que vive, arte que atrapa en su red a los espíritus del aire, los amores, los odios, los affetti. Los sonidos los convocan mientras los invitan o los llaman a voces.

Había elegido como instrumento de su arte el bajo, el bajo de viola, instrumento al que, en efecto, condujo al olvido por su virtuosismo, por su habilidad retorcida que daba paz a su tormento, por la belleza expresiva de sus piezas, rivales de la voz, por la extremada dificultad de sus piezas, de las cuales la más bella y tal vez la más difícil lleva por título Les Voix Humaines.

Al final de su vida, Marais se volvió sombrío y se retiró en el silencio, dejando abierta la puerta a la familia de los violines, a los venecianos y a los napolitanos.