Saramago, José

La Academia Sueca destacó su capacidad para «volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía» cuando en 1998 le concedió el Premio Nobel de Literatura a José Saramago (1922). Tal vez sea Ensayo sobre la ceguera su mejor novela, como muchos críticos señalan, representativa de su literatura y de su llamada a la insurrección moral; sin duda es una de las grandes novelas sobre la condición humana.

Por qué nos hemos quedado ciegos. No lo sé, quizá un día lleguemos a saber la razón. Quieres que te diga lo que estoy pensando. Dime. Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, Ciegos que ven, Ciegos que, viendo, no ven.

Los personajes tampoco tienen nombre en Ensayo sobre la lucidez, parábola política en la que la mujer del médico aparece de nuevo, esta vez con el voto en blanco como motivo del caos social.

Está diciéndome que el voto en blanco es subversivo, volvería ella a preguntar, Si es en cantidades excesivas, sí señor, Y dónde está eso escrito... Escrito, escrito, no está, pero cualquier persona entiende que se trata de una simple cuestión de jerarquía de valores y de sentido común, primero están los votos explícitos, después vienen los blancos, después los nulos, finalmente las abstenciones, está clarísimo que la democracia correría peligro si una de estas categorías secundarias sobrepasara a la principal, si los votos están ahí es para que hagamos de ellos un uso prudente, Y yo soy la culpable de lo sucedido, Es lo que estoy tratando de averiguar, Y cómo he conseguido inducir a la mayoría de la población de la capital a votar en blanco, metiendo panfletos por debajo de las puertas, por medio de rezos y conjuros de medianoche, lanzando un producto químico en el abastecimiento de agua, prometiéndole el primer premio de la lotería a cada persona o gastando en comprar votos lo que mi marido gana en la consulta, Usted conservó la visión cuando todos estábamos ciegos y todavía no ha sido capaz o se niega a explicarme por qué, Y eso me convierte ahora en culpable de conspiración contra la democracia mundial, Es lo que trato de averiguar...

En Caín, su última novela, Saramago reescribe los primeros episodios de La Biblia y ajusta cuentas con la idea de Dios (el silencio del universo).


Estaba claro, el señor desdeñaba a caín. Fue entonces cuando se puso de manifiesto el verdadero carácter de abel. En lugar de compadecerse de la tristeza del hermano y consolarlo, se burló de él, y, como si eso fuese poco, se puso a enaltecer su propia persona, proclamándose, ante el atónito y desconcertado caín, un favorito del señor, un elegido de dios. El infeliz caín no tuvo otro remedio que engullir la afrenta y volver al trabajo... Y siempre la falta de piedad de abel, la jactancia de abel, el desprecio de abel.

El señor hizo una pésima elección para inaugurar el jardín del edén, en el juego de la ruleta que puso en marcha todos perdieron, en el tiro al blanco de ciegos nadie acertó... Al matar a abel por no poder matar al señor, caín ya dio su respuesta. No se augure nada bueno de la vida futura de este hombre.

Dónde están noé y los suyos, preguntó el señor. Por ahí, muertos, respondió caín, Muertos, cómo muertos, por qué. Menos noé, que se ahogó por su libre voluntad, a los otros los he matado yo. Cómo te atreves, asesino, a contrariar mi proyecto, así me agradeces el haberte salvado la vida cuando mataste a abel, preguntó el señor. El día en que alguien te colocara ante tu verdadero rostro tenía que llegar... La respuesta de dios no llegó a ser oída, también se perdió lo que dijo caín, lo lógico es que hayan argumentado el uno contra el otro una vez y muchas más, aunque la única cosa que se sabe a ciencia cierta es que siguieron discutiendo y que discutiendo están todavía. La historia ha acabado, no habrá nada más que contar.