Pamuk, Orhan

La obra de Orhan Pamuk (1952) comenzó a tener repercusión internacional gracias a las alabanzas que hizo Updike de "El astrólogo y el sultán" (1985), publicada posteriormente por Mondadori con el título "El castillo blanco".


Gracias a mis elogios, la historia atrajo sobre todo a los jóvenes interesados en temas como la política, la violencia, las relaciones Oriente-Occidente o la democracia, pero también ellos, como mis compañeros de copas, la olvidaron poco después. Un amigo catedrático que había echado un vistazo al manuscrito debido a mi insistencia me dijo al devolvérmelo que en las casas de madera de las callejuelas de Estambul había decenas de miles de manuscritos en los que bullían aquel tipo de relatos...

El bajá empezó a describirme su enfermedad de tal manera que casi me vi obligado a pensar que se trataba de un mal único que solo padecía él sobre la superficie de la Tierra porque sus enemigos habían engañado a Dios con sus calumnias...

Una casa de las ciencias en la que pudieran trabajar juntos sabios que estudiaran no solo las estrellas, sino el universo entero, los ríos y los mares, las nubes y las montañas, las flores y los árboles y, por supuesto, también los animales, un lugar donde pudieran comunicarse hablando unos con otros lo que habían observado para que así se desarrollaran nuestras mentes...

Le dije claramente lo absurdo que era morir en vano siendo posible vivir huyendo de la peste. Mis palabras, añadidas a sus sospechas, aumentaban los castigos. Pero por aquel entonces empecé a intuir que leyendo mis escritos volvía a recuperar, por mucho que le pesara, el respeto que me había perdido...

Luego dijo que debíamos someter al mismo experimento a una aldea musulmana, pero aquello no le salió demasiado bien: aunque los interrogó sin presionarlos en exceso, ellos, como sus vecinos cristianos, confesaron aproximadamente las mismas cosas, contaron las mismas historias...

Estaba en la cumbre de una colina bastante alta, en sus torres con estandartes se reflejaba el impreciso rojo del sol poniente, pero era blanco; blanquísimo y hermoso. Por alguna extraña razón, pensé que uno solo puede ver algo tan hermoso e inalcanzable en un sueño. Y, en dicho sueño, corres agitado por un camino que serpentea a través de un bosque oscuro para alcanzar la blancura de la cumbre, la blanca estructura; como si allí se celebrara una fiesta que no te quisieras perder, una felicidad que no quieres que se te escape, pero ese camino que crees que está a punto de acabarse nunca termina...

Para mí, una observación de este tipo no es una tontería ni una migaja de información, sino solo un color que puedo usar durante la aventura de crear una ficción, parte de cuyos secretos estoy intentando desvelar. Puede que todo esto sirva para que el autor no olvide el libro y recuerde un pasado que amó, pero los colores no se agotan simplemente explicando cómo se han encontrado y acumulado.

En "Otros colores", reúne Pamuk notas, ensayos, pequeños relatos, "fragmentos de vida que todavía no han encontrado su camino en ninguna de mis novelas". Escribe sobre política, sus lecturas, sus libros y especialmente sus recuerdos. El primer texto, "Mi padre", concluye así:

"Mucho después todo eso quedó atrás y la envidia y la ira que sentía por un padre que nunca me reprimió ni me hirió fueron conviertiéndose lentamente en resignación y aceptación del inevitable parecido que había entre nosotros. Ahora, cuando refunfuño de algún imbécil, o protesto ante el camarero de un restaurante, o juego con mi labio superior, o arrincono determinados libros sin haberlos terminado, o beso a mi hija, o saco dinero del bolsillo, o saludo a alguien con actitud bromista y feliz, me descubro imitándole. No es que mis manos, mis brazos, mis muñecas o el lunar de mi espalda se parezcan a los suyos. Es algo que me asusta, me da escalofríos y me recuerda mis deseos infantiles de parecerme a él: la muerte de cada hombre empieza con la de su padre."

El relato que cierra el libro, "Mirar por la ventana", tiene también como tema la niñez y la ausencia del padre que desaparece.

"Me cogió en brazos y estuvimos largo rato mirando juntos por la ventana. Las copas de los altos cipreses que había entre el edificio de enfrente y el nuestro empezaron a mecerse lentamente con el viento. Me gustaba cómo olía mi padre.
-Me voy lejos -dijo, y me besó-. No le digas nada a tu madre, ya se lo contaré yo luego."


Pamuk fue llevado a juicio en 2004 por sus declaraciones sobre las matanzas de armenios y kurdos. En 2006, recibió el Premio Nobel de Literatura.