Greene, Graham


En los años 80, Leopoldo Durán era profesor de Literatura Inglesa en la Facultad de Filología de la Universidad Complutense. Nos solía contar anécdotas de su amistad y andanzas con Graham Greene (1904-1991), de forma velada e incompleta, procurando mantener la discreción que a veces su orgullo traicionaba. Dictaba apuntes que había que reproducir en sus exámenes. Si alguien intentaba ampliar con bibliografía, la calificación bajaba y al pedir una explicación, respondía que los críticos dicen muchas cosas, no se deje influir por los críticos, lo que importa es la verdad de cada autor (aquella verdad de apuntes fotocopiados de años anteriores). Tuvimos que memorizar también su "Estudio sobre El Poder y la Gloria". Controlaba la asistencia para que tuviéramos que ir a escuchar sus apuntes, que a veces alegraba contando algo sobre Greene. Vino indignado a clase cuando dieron el Nobel a Golding (1983), qué injusticia, ese premio era de Graham. Se decía que se lo bebían todo en sus conversaciones sobre lo divino y lo humano. En Monseñor Quijote (1982), Greene probablemente recreó algunos de sus diálogos, incluso de sus confidencias, además de sus viajes con su amigo español. Según Sherry, biógrafo de Greene, no dejó de enviar informes a los servicios de espionaje británicos hasta el final de sus días, en los que Durán le acompañó. Había rumores de que Durán también hacía ese tipo de servicios. Su afición a las armas le dio un disgusto unos años antes de su muerte en 2008

-¿Tienes amigos?
-Sí, no estoy solo. No te preocupes, Sarah. Hay un inglés que antes pertenecía al British Council. Me ha invitado a visitarle en su dacha del campo cuando llegue la primavera. Cuando llegue la primavera -reiteró con una voz que Sarah apenas reconoció: la voz de un anciano, que no podía tener ninguna certeza de que llegase alguna primavera futura.
-Maurice, Maurice, por favor, no pierdas la esperanza.

"El factor humano" (1978)

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